Dalila
sintió el engaño del refrán el amor entra por la cocina. Conoció a Tommaso De Luca en las afueras del Instituto
Culinario. Había sido invitado para una demostración de cocina italiana.
Dalila fue la agraciada de ser su asistente ese día, para envidia de muchas de
sus compañeras. Quedó fascinada con su
acento y sus manos rápidas en la cocina.
Terminada las clases, él le dio su
tarjeta de presentación.
Pasaron varios días y se encontraron, por casualidad,
en la Plaza del mercado. Lo sorprendió mientras ella buscaba tomates. A insistencias de ella,
él le ayudo a escoger los tomates maduros que serían perfectos para una espesa
salsa marinara. Rosaron manos por vez primera mientras escogían los tomates. Intercambiaron una leve estática.
Después de las compras, él la invito a
cenar y terminaron en la cama disfrutando de un delicioso postre sexual mejor
que el Tiramisú. Dalila quedó encantada con Tommaso. El tenía una combinación
de inteligencia con sexualidad de la cual no estaba acostumbrada.
Ahí
empezaron unos impulsos en Dalila de querer relacionarse con todo lo que le
acordara a Tommaso y le acercara a él. Comenzó a comprar libros de cocina, pero
todos de recetas italianas. Se matriculó en la escuela de idiomas para aprender
italiano. Buscó libros de geografía y empezó a memorizar diversas ciudades como
Roma, Venecia, Nápoles, Turín. Puso un mapa de Italia en la pared de la sala y
con un marcador negro trazó rutas de las ciudades por las cuales anhelaba
visitar, con Tommaso, claro.
Los encuentros se volvieron semanales. En un
principio eran encuentros inofensivos, pero tras cada encuentro ella sentía que lo que
compartían no era suficiente. Dalila lo inundaba de preguntas acerca de todo,
acerca de su familia, recuerdos de la infancia, sus gustos. De sopetón le dijo
que él debía llevarla a conocer Italia y
su familia. Él no tomó el comentario en
serio, hasta le pareció gracioso el entusiasmo de chiquilla de Dalila.
Uno
de los encuentros se dio finalmente en el apartamento de Dalila. Tommaso se
asustó con el mapa en de Italia en medio de la sala y el hecho de tener una
conversación con Dalila totalmente en italiano. Ella, así en italiano, le planteó que ya era el momento de mover la
relación a otro nivel. Al fin y al cabo, ya sabía preparar todos los platillos
tradicionales de la cocina italiana, hablaba el idioma impecablemente y tenía
memorizado perfectamente los lugares de interés de su villa natal. Él se excusó como mejor pudo, y le explicó que
no buscaba una relación formal.
Dalila
no lo podía creer. Debía haber una razón para que Tommaso la rechazara. Empezó
la típica investigación a través de las redes sociales. Encontró una foto de
Tommaso posando con otras mujeres, no una, varias. Dalila se envenenó de celos.
Tommaso tendría que rendirle cuentas. Lo llamó cada 10 minutos y salía la
grabadora. Le inundó el celular de mensajes de voz y mensajes de texto. Dejó de
asistir al instituto culinario y sus clases de italiano.
Finalmente,
fue a visitarlo al restaurante en que Tommaso era chef, pero le negaron la
entrada. La rabieta que formó hizo que él
saliera a confrontarla. Ella de verlo se emocionó muchísimo, le brinco encima
para besarlo y olerlo pero la detuvo. Tommaso le prometió verla en su casa, si se iba tranquila
del lugar. El llevó una botella de vino Chianti
y ella lo abrió al momento. Él quiso decir algo, pero ella le
interrumpió para hacer un brindis por el
recuentro. Tommaso no levantó la copa, le explicó que seria su última visita. Él
estaba en planes de volver a Italia. Dalila, dejó caer la botella que sostenía
en las manos y lloraba. Se cortó recogiendo los pedazos. Él intento
ayudarla pero ella lo empujó, estaba
furiosa.
Tan
furiosa que no sabría decir en que momento el cuchillo de cocina llegó a sus
manos y empezó el forcejeo con Tomasso. Un resbalón de Tommaso en el charco de
vino los hizo caer al suelo. Un charco
tinto más espeso, más amplio bajo el cuerpo de Tommaso.
Cuando
llegaron los paramédicos la encontraron junto a Tommaso con la mirada
perdida. No reaccionaba a ninguna de las
preguntas que le hacían. Solo se le escapaba un murmullo, un tarareo, unas
líneas… y el mundo es testigo de mi frenesí, por más que se oponga
el destino serás para mí.
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